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Perfil demográfico y seguridad social

Perfil demográfico y seguridad social

FREDDY E. HERMOSO HERRADA
Los condicionantes o determinantes sociales y demográficos que inciden y son fundamentales para entender y comprender los estudios en Seguridad Social, marcan una constante de cambio, que sin duda aportan en sus respectivos tiempos para el análisis, proyección, formulación, ejecución y evaluación de programas y planes en materia de Seguridad Social.Esa característica específica de toda población en un determinado momento son las que nos permiten configurar los perfiles demográficos, que son tan útiles a la hora de construir diagnósticos de acercamiento, de evaluación o de estudio de conglomerados sociales, constituyen una especie de fotografía que refleja el comportamiento social y los rasgos determinantes de la composición de las poblaciones a las que se refiera el análisis.

Tan definitivo es ese planteamiento que autores como María Cristina Rojo Bahamonte plantea que: «Los cambios sociales y económicos producidos a partir de la segunda mitad del siglo pasado, han contribuido a la modificación del perfil demográfico  de los países  de América Latina y el Caribe». Entendiéndose por esa modificación, la necesidad de exigirnos en los tiempos que corren, comprensiones distintas de las formas de atención y de prestación de los servicios sociales asociados a la Seguridad Social.

Para ahondar en esto destacamos lo señalado  por el Centro Latinoamericano de Demografía (Celade) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID): «Las grandes transformaciones sociales y económicas que han tenido lugar en América Latina en los años 60 y 70 han dejado su impronta en el perfil demográfico de los países. La expansión de las economías ha permitido el aumento en los ingresos reales de amplios sectores de la población, la difusión y aplicación de los últimos avances médicos, el mejoramiento del estado nutricional de la población y su mayor acceso a la atención de salud y a la educación, lo que a su vez ha influido sobre el comportamiento demográfico, en el marco de un acelerado proceso de urbanización y de desarrollo de los medios de comunicación».

Lo anterior nos lleva a una situación distinta de cara a la planificación del sector social, a este respecto la autora arriba mencionada, nos comenta: «Un escenario demográfico nuevo, que da cuenta del proceso al cual nos adentrarnos puntualmente, tendrá repercusiones en el corto, mediano y largo plazo, los que incidirán directamente en las condiciones de vida, distribución del ingreso, y situación previsional y ocupacional del país».

Ante ello son las autoridades de los Estados latinoamericanos, sus sistemas de Seguridad Social y sus regímenes de prestaciones los que sin duda, tienen que a través de su funcionarios en servicio, hacer las debidas lecturas, interpretaciones que les permitan asumir las correspondientes decisiones en las materias que rigen para consolidar la sustentabilidad de los servicios, la adecuación a sus demandas poblacionales y a las exigencias de los nuevos tiempos que ello propone.

Aquí cabe destacar de Rojo Bahamonte que: «Las nuevas tareas emprendidas tendientes a la promoción de la igualdad de oportunidades y la integración social exigen de la Seguridad Social una visión de protección global de la persona, donde además de las prestaciones primarias y sanitarias son necesarias, otras dirigidas a prevenir situaciones de exclusión de los grupos  más vulnerables de la comunidad».

El manejo de esas variables y su uso para análisis y estudios en pro de mejorar las políticas públicas en general y las políticas sociales en particular, con énfasis en los programas y planes de Seguridad Social constituyen referencias de singular importancia para lo que hay que realizar en el futuro inmediato,

Todo ello debe permitir que las acciones de los Estados latinoamericanos, apliquen y dediquen atención a las políticas de población como expresión real que permita la constatación de esas tendencias determinantes y variables vinculadas a los estudios demográficos con los grandes objetivos económicos y sociales  que se establecen para dar cumplimiento tangible al goce y disfrute de los derechos individuales y sociales garantizados en la Carta Magna, lo que debería traducirse también en un importante cambio cualitativo que exprese con esas políticas eficaces el rompimiento de los factores que tienden a reproducir intergeneracionalmente a la pobreza.

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Alemania y su burbuja demográfica

Alemania y su burbuja demográfica

Ni siquiera la difícil situación económica actual de otros países europeos ha producido la corriente de trabajadores cualificados que Alemania necesitará para mantener su productividad en el mediano y largo plazo.
Alemania goza actualmente de la admiración de diversos observadores y comentaristas de asuntos mundiales. Conservadores económicos celebran la austeridad fiscal promovida por el Gobierno de Ángela Merkel, sus políticas favorables al libre mercado (en comparación con otros países europeos), un fuerte Estado de derecho y, sobre todo, el crecimiento económico sostenido a través de los recientes años de crisis. También los progresistas aprueban una sociedad multicultural, un generoso Estado de bienestar, una política exterior pacifista y las ambiciosas políticas ambientales.
Esos son logros extraordinarios en un país que en las últimas décadas tuvo que reconstruirse de la devastación de la guerra, soportar la incertidumbre como punto de inflamación potencial de la Guerra Fría y, luego, reintegrar su parte oriental política, económica y culturalmente.

Sin embargo, Alemania pronto se enfrentará a grandes desafíos. Ahora, incluso, hay algunos analistas que están pronosticando un futuro económico parecido al estancamiento por el que pasa Argentina.
La razón para esas perspectivas sombrías es que una fuente principal del éxito económico de Alemania –su demografía desequilibrada– pronto cambiará su forma de impacto. Hasta ahora las fuertes generaciones de la posguerra han sido parte de la población en edad de trabajar, con comparativamente pequeñas cohortes de jóvenes y gente mayor para alimentar.

Hoy, ello deriva en una alta productividad. Pero el futuro inmediato verá una fuerza laboral cada vez menor, obligada a pagar las pensiones de los baby boomers: en el 2030, 100 adultos en edad de trabajar tendrán que financiar las pensiones y los beneficios de salud de aproximadamente 50 jubilados –y en 2050, según las proyecciones de la Oficina Federal de Estadística, este número se incrementará hasta llegar a 60.
Con una de las más bajas tasas de natalidad mundial –la más baja de Europa (menos de la mitad que la colombiana)–, la demografía será una carga para las finanzas públicas y un problema para la competitividad económica. Una visión más optimista sugiere que tal vez la inmigración podría mejorar esta situación. Sin embargo, ni siquiera la difícil situación económica actual de otros países europeos.

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El envejecimiento, serio problema

El envejecimiento, serio problema

Uno de los grandes pensadores del siglo XX argumentó que vivir consiste en resolver problemas y que cada solución crea inevitablemente nuevos problemas. Esta dialéctica de la vida la comprobamos a diario en nuestros más elementales problemas personales, pero también a escala de la sociedad.
Tomemos, por ejemplo, un partido de fútbol. Los equipos se enfrentan al problema de ganar y, para ello, tienen que hacer goles. Cuando un equipo marca un gol da un paso para resolver el problema de ganar el partido, pero el gol que ha marcado crea el problema de defender la ventaja así obtenida o de consolidarla con otro gol.
Si gana el partido, enfrenta el problema de avanzar más en la tabla de clasificaciones o de ganar el campeonato y, si lo gana en el año siguiente, enfrenta el problema de defender el título. Y así, indefinidamente.
Como dije, los ejemplos son infinitos, pero ahora quiero enfatizar el problema —o los problemas— del crecimiento de la población, un tópico obligado del Plan Nacional de Desarrollo.
De acuerdo a los escenarios medios de las Naciones Unidas, la población de Colombia alcanzará un pico de unos 63 millones hacia mediados de siglo, cifra que descenderá a unos 60 a finales de siglo. Estas tendencias son resultado de haber resuelto varios problemas en el pasado.
El primero fue la altísima mortalidad, en particular la mortalidad infantil, que, en gran medida, se comenzó a resolver con la llegada de la penicilina y otros antibióticos en la década de los cuarenta del siglo XX. Dicha caída permitió que los colombianos podamos vivir mucho más, pero creó el problema de la explosión demográfica de los años sesenta y setenta, hasta que, con los programas de planificación familiar, la píldora anticonceptiva, la educación y la vinculación de las mujeres a la fuerza laboral, se disminuyó la tasa de natalidad.
De esta forma se redujeron las muertes tempranas y se controló la explosión demográfica, pero se crearon otros problemas muy complicados, entre los cuales sólo quiero mencionar hoy el del crecimiento de la tasa de dependencia de los adultos mayores.
Así, esa transición demográfica de las décadas pasadas nos dejó un legado que implicará que hacia mediados de siglo Colombia tenga tan sólo cuatro personas en edad de trabajar (población entre 15 y 64 años) por cada adulto mayor (persona mayor de 65 años) y de sólo dos a final de siglo. Es decir, desde ya tenemos que prever cómo vamos a financiar los problemas del retiro y la salud de una creciente masa de ancianos que van vivir cada vez más años.