Alemania y su burbuja demográfica
Ni siquiera la difícil situación económica actual de otros países europeos ha producido la corriente de trabajadores cualificados que Alemania necesitará para mantener su productividad en el mediano y largo plazo.
Alemania goza actualmente de la admiración de diversos observadores y comentaristas de asuntos mundiales. Conservadores económicos celebran la austeridad fiscal promovida por el Gobierno de Ángela Merkel, sus políticas favorables al libre mercado (en comparación con otros países europeos), un fuerte Estado de derecho y, sobre todo, el crecimiento económico sostenido a través de los recientes años de crisis. También los progresistas aprueban una sociedad multicultural, un generoso Estado de bienestar, una política exterior pacifista y las ambiciosas políticas ambientales.
Esos son logros extraordinarios en un país que en las últimas décadas tuvo que reconstruirse de la devastación de la guerra, soportar la incertidumbre como punto de inflamación potencial de la Guerra Fría y, luego, reintegrar su parte oriental política, económica y culturalmente.
Sin embargo, Alemania pronto se enfrentará a grandes desafíos. Ahora, incluso, hay algunos analistas que están pronosticando un futuro económico parecido al estancamiento por el que pasa Argentina.
La razón para esas perspectivas sombrías es que una fuente principal del éxito económico de Alemania –su demografía desequilibrada– pronto cambiará su forma de impacto. Hasta ahora las fuertes generaciones de la posguerra han sido parte de la población en edad de trabajar, con comparativamente pequeñas cohortes de jóvenes y gente mayor para alimentar.
Hoy, ello deriva en una alta productividad. Pero el futuro inmediato verá una fuerza laboral cada vez menor, obligada a pagar las pensiones de los baby boomers: en el 2030, 100 adultos en edad de trabajar tendrán que financiar las pensiones y los beneficios de salud de aproximadamente 50 jubilados –y en 2050, según las proyecciones de la Oficina Federal de Estadística, este número se incrementará hasta llegar a 60.
Con una de las más bajas tasas de natalidad mundial –la más baja de Europa (menos de la mitad que la colombiana)–, la demografía será una carga para las finanzas públicas y un problema para la competitividad económica. Una visión más optimista sugiere que tal vez la inmigración podría mejorar esta situación. Sin embargo, ni siquiera la difícil situación económica actual de otros países europeos.